domingo, 28 de agosto de 2016

Micieces de Ojeda. ELEGÍA A LA FUENTE DE LA MORA (completa).










A LA FUENTE DE LA MORA.



1.- ESTO QUE PINOS VES AHORA
en el alto y las laderas,
no hace mucho
todo fue una paramera
con matas aisladas de roble
en una hermosa brecera.
Y eso que ves chopos altivos
que al cielo elevan sus cabezas,
hunden sus raíces en el valle
que antes fue pradera.
¡Es la Mora,
la fuente de la Mora berzoseña!
Mis versos égloga campestre
u oda alegre fueran
si los brezos humildes
ahí siguieran,
y la fuente de agua limpia,
el arroyo y la pradera
del fondo de aquel valle
vivos y visibles estuvieran.
Mas siendo lo que son en este ahora,
solo podrán sonar a lastimera
elegía de recuerdos,
nostalgias y tristezas.

¡Qué cambiada está la Mora!
¡Al mirarla, me da pena!


2.- PASEANTE, EXCURSIONISTA,
peregrino a mi manera,
quise recordar la fuente
de la Mora berzoseña.
Y recorrí el valle entero:
de la fuente, el arroyo y la pradera,
no hay señal…
Perdido me sentí sin darme cuenta.
¡En nada se parece lo de ahora
a lo que antes fuera!
¿Dónde está la fuente que manaba
agua limpia, pura y fresca,
con su ritmo mantenido
y su calma casi eterna?
¿Y el arroyo que llevaba
sus aguas por la pradera?
¿Y aquellos tojos o pozos
hechos por mor de adoberas?
Un bloque construido de cemento
tapona de la fuente la presencia:
dicen que está recogida
y que es para protegerla
porque entubaron sus aguas
para que el pueblo las beba.
No reconozco ya el valle,
ni nada me lo recuerda:
no veo lo que antes vi,
y quisiera que estuviera:
ni la fuente ni el arroyo,
ni los tojos ni pradera,
ni el agua que antes corría
transparente, mansa y lenta…
Ni apenas existen ya
brezos en el alto y las laderas…
Pero sí veo zarzales,
juncos, cardos, malas hierbas,
chopos que filtran el sol
y de la tierra se adueñan,
caballones mal arados,
y un mal surco que recuerda
un arroyuelo de valle
para lluvias y tormentas.
Y en las laderas y el alto,
pinos en vez de breceras…

¡Qué cambiada está la Mora!
¡Al mirarla, me da pena!


3.- BUSCANDO MÁS PROVECHO,
roturadas quedaron las laderas,
los altos sobre el valle
y la pradera.
Y poco a poco un pinar
robó el sitio a la brecera,
y abajo con la humedad
fue creciendo hacia el cielo una chopera.
Dicen que los pinos y los chopos
protegen  mejor la tierra,
y una ganancia mayor
da su madera.
Mas se perdió para siempre
del paisaje la idílica belleza.
Aquel silencio absoluto,
aquella luz tan abierta,
el sol directo y sin sombras,
el viento que libre vuela,
jamás volverán a darse
en la Mora berzoseña.
Habrá viento y gemirá
cuando cruce la arboleda;
el sol seguirá su ruta
sin llegar hasta la hierba;
la luz llegará filtrada
y en cantidad muy pequeña.
Cambió el paisaje,
y su vida es diferente y diversa.
Y de todo lo que fue,
el nombre solo le queda…,
que, seguro, perderá
cuando los años se extiendan
y se olviden de la fuente,
de la historia y la leyenda.

¡Qué cambiada está la Mora!
¡Al mirarla, me da pena!


4.- ADIÓS, ARCADIA FELIZ
que el clásico describiera.
Adiós, pastor Nemoroso,
y Diana, y Dorotea.
Adiós, Salicio y Cardenio,
adiós, Galatea entera…
Ya en la zona de la Mora
lo pastoril no se lleva,
ni puede haber ya pastores
viviendo aquellas quimeras
que los clásicos contaban
en sus versos y novelas:
está todo muy cambiado
y el paisaje no se presta.
De la tumba legendaria
en que según la leyenda
enterraron a la mora,
no queda ni triste piedra,
ni señal, hoyo, ni brezo
que sugieran su presencia.
¡Que el tiempo sea benévolo
y mantenga la leyenda
de la mora que dio nombre
a la fuente berzoseña!
Pero…

¡Qué cambiada está la Mora!
¡Ya no es lo que antes fuera!
¡No quiero volver a verla,
que a mí me da mucha pena…!



                                                         José Luis Rodríguez Ibáñez
                                                                    -Julio, 2016-





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