lunes, 17 de abril de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS: Micieces, el vino...


El bar de Micieces.

EL VINO, MICIECES...
(JLR)

Si en Micieces desapareció la cultura vitícola, sí que ha permanecido la vinícola: para una población de unos 180/200 habitantes ─80/90 vecinos─ había tres cantinas (que no bares). Y la Micipedia cuenta que siempre hubo cantina en el pueblo y siempre tuvo clientes, incluso clientes para las tres, cuando hubo tres.
Lo que más se vendía en cualquiera de estas cantinas era el vino. Desde luego el tinto. Porque, el vino que vende Asunción / ni es blanco ni es tinto/ ni tiene color…, se protestaba en la canción, aunque no se dejase de beber. El claro o clarete era más de señoritos o de celebraciones especiales. ¿Y el blanco? En el pueblo siempre se llamó vino blanco al vino dulce: y ese tipo de vino era para la misa, para las mujeres y… para las galletas, brazos de gitano, dulces caseros, pasteles… En la mesa de la cocina casi siempre estaba el porrón. Y creo que en todas las casas de Micieces  había reserva de tinto (en garrafón) y blanco (en botella).

Hoy no es políticamente correcto cantar aquello de:
Por el río Carrión/ bajaban cuatro peces/ cargados de borrachos/ y todos de Micieces… (nunca me quedó muy claro si el “todos de Micieces” se refería a los peces, a los borrachos, o a todos).
  Tampoco es políticamente correcto lo del villancico aquel de dame la bota María/ que me voy a emborrachar…, ni lo de los borrachos que juegan al mus en el cementerio, ni aquella canción que decía que cuando yo me muera/ tengo ya dispuesto/ en el testamento/ que me han de enterrar/ en una bodega… Y mucho menos la que cantábamos en el autobús de las excursiones: para ser conductor de primera/…hace falta ser buen bebedor…  Canciones que parecían hacer más hombres a los bebedores y que se cantaban en todos los pueblos. Pero siempre en relación al vino y a la importancia que se le daba en la vida.
 La siguiente bebida en consumo debía de ser la cerveza. ¿Marca? Pues… cerveza, y vale. Y con cierta frecuencia de días y de personas ─¿o quizá debiera decir con frecuencia cierta…?─ y, preferiblemente por la mañana, el orujo. Y, si era fiesta y esta se lo merecía, la copa de coñac ─brandy se lo llamó más tarde─ solo o solisombrado de anís. Pero eso fue en tiempos… de mi niñez, o por allá. Luego, la vida cambió, los tiempos corrieron a velocidad de vértigo, la cultura de la ciudad llegó a los pueblos, desaparecieron dos cantinas y quedó solo una, ya con apelativo de bar, y se fueron modernizando las costumbres del beber…


¡Cuántas veces veríamos al respetable y respetado señor cantinero con una jarra de metal aporcelanado, o de cerámica ─una cantilla o cantarilla─  cruzar la calle, llegar al grifo de la fuente, que estaba justamente enfrente de su cantina, y llenarla de agua… Siempre había alguno que decía para que los demás lo oyesen:
─Vaya, otra vez a ejercer de cura, a bautizar…
Son frases de esas que se quedan guardadas en algún rincón de la memoria, que de niño no sabes qué significan y no las comprendes hasta que pasa el tiempo y las recuerdas. ¿Y por qué lo hacía el cantinero? Uno de sus nietos me lo explicó un día, y era muy simple el porqué:
─Aquellos tipos de vino de entonces eran ásperos y resultaban fuertes al paladar. Si los rebajabas con agua, eran de mejor beber…
Estaba, pues, claro. Si es que ya los romanos lo hacían, y en muchas películas de romanos sale…y en los libros explican el porqué.








EL VINO, MICIECES...EN EL SIGLO XVIII

En el interrogatorio (catastro) del marqués de la Ensenada, que se llevó a cabo en Micieces en 1752, encontramos esta respuesta a la pregunta número 29:

Pregunta 29ª.-  Cuántas tabernas, mesones, tiendas, panaderías, carnecerías, puentes, barcas sobre ríos, mercados, ferias, etc. hay en la población.
Respuesta.- Que en este dicho pueblo no hay mesones, tiendas, panaderías, carnecerías, mercados, ferias ni nada de lo demás que contiene la pregunta, a excepción de una taberna; que esta no tiene casa propia ni destinada para la venta del vino pues, de inmemorial tiempo a esta parte, se ha llevado la regla en este pueblo de sacarse en público; y aquel vecino que, con más conveniencia del pueblo, se obliga a traer y abastecerle de este género, se remata en él, y este lo vende y mide en su casa propia que vive.
Y por este trabajo y ocupación es regular darle de ganancia por cada cántara de la que mide y vende en cada un año, bajada la conducción, un real de vellón.

Y al presente, está a cargo este abasto de Alonso Palomino, vecino de dicho lugar, a quien regulan de producto y ganancia en cada año, quinientos reales de vellón por quinientas cántaras de vino que le consideran de gasto en cada año.



















O sea: la casa del que vendía el vino era la taberna (¿algún cambio notable con lo actual?). Como no era independiente, no tenía que pagar impuestos aparte (por lo menos en 1752). Las otras tabernas que hubo en Micieces, también funcionaban en la casa propia de cada uno.
Una cántara de vino equivalía a 15,74 litros (en Palencia. Era variable, dependiendo de la provincia). A Alonso Palomino le regulan 500 cántaras al año (lo que vendía realmente solo lo sabía él), por lo tanto en Micieces se vendían 7.870 l de vino al año. Según el mismo catastro de Ensenada, en Micieces, en 1752, había 57 vecinos ("incluyendo tres eclesiásticos y las viudas, contados dos por uno"). Así que, en promedio, correspondían a cada vecino...unos 137 litros de vino al año...más o menos 30 l "per cápita" (actualmente el consumo per cápita es de 21 litros al año). 
Y sacando otras cuentas... Alonso Palomino tenía de ganancia un real de vellón por cada cántara. Y si un real de plata (34 maravedíes) contenía 2,5 reales de vellón y equivalía, más o menos, a 6,375 euros, entonces el real de vellón equivaldría a 2,55 euros, por lo que Alonso Palomino tendría de ganancia unos 1.275 euros por la venta del vino.

No era mucho y no le dieron importancia. Tanto es así, que en la "comprobación y cotejo" (respuestas particulares) que se hizo a las respuestas generales del interrogatorio del marqués de la Ensenada (en 1761), aparece Alonso Palomino como labrador, con sus bienes y sin referencia a la venta de vino:



(ARI)







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Himno a Micieces de Ojeda