lunes, 6 de marzo de 2017

Micieces de Ojeda. MICIECERÍAS: A PROPÓSITO DE "LA HISTORIA DE LA CACHAVA".




















A PROPÓSITO DE LA HISTORIA DE LA CACHAVA

Ahora se puede contar la historia de la cachava, con su final y todo, sin que nadie se ofenda. Los protagonistas murieron hace tiempo. Sus hijos, y desde luego sus nietos, nunca supieron nada de esta historia. Ni sabrán más de lo que en ella se cuenta.
¿Qué por qué sé yo el final? Pues… Resulta que el hijo de aquel de la cachava, un buen hombre por otra parte, era amigo mío. Yo había entrado cantidad de veces en su tinada, en la cuadra, en la cocina… Siempre era bien recibido en su casa.
Pasó el tiempo, mucho tiempo… Estamos ya jubilados y nuestro tiempo da para contar nuestras batallitas y muchas cosas más cuando alguna vez, rara vez, coincidimos en el pueblo. Aquella antigua tinada de su casa, donde antes se guardaban el carro de vacas, los arados y otros aperos de labranza, está ahora muy cambiada: es el garaje de un flamante coche… Este mi viejo amigo ha ido colgando en sus paredes cosas viejas, eso dice él. A mí se me fueron los ojos tras una cachava colgada en el centro de una de las paredes.
─¿Y esa cachava?
─Era de mi padre. La tenía mucho cariño, tanto que no la usaba ni dejaba que nadie la usase. Pero siempre me decía: “Guárdala bien, es un recuerdo muy querido de alguien que me la regaló. Cuando la mires, recuerda que siempre hay alguien mejor que tú, aunque no lo parezca…“  Yo, la verdad, nunca supe a qué se refería. Pero me dijo que la cuidara y ahí está, ni molesta, ni hace gasto… Y es el recuerdo de mi padre.
─¿Puedo cogerla? ─le pregunté con aprensión.
─Sí, claro. ─Y él mismo me la bajó de la pared y me la dio.
En cuanto la toqué, me di cuenta que era la cachava de la historia.
─¿Sabes de qué madera es? ─le pregunté.
─Alguna vez le oí a mi padre que creía que era de ciruelo, pero después creo que  averiguó que era de fresno. La verdad, yo no lo sé, porque fresnos por aquí no creo que haya…
─Es de fresno ─afirmé yo─. ¿Has visto la letra que tiene marcada aquí?
─Sí, mi padre me la enseñó. Siempre he creído que era una eme mayúscula, la inicial de su nombre. Pero un día se me ocurrió preguntarle y me dijo que no, que era una uve doble, también inicial de un nombre.
─No, no es una eme mayúscula, es una uve doble ─le aseguré─. Gira la cachava, dale la vuelta y verás que hay diferencias entre la eme y la uve doble.
─La verdad es que esa eme siempre me pareció un poco rara. En  una ocasión le pregunté a mi padre y me dijo que era la inicial de un nombre, pero nunca llegó a decirme ni de quién ni de qué nombre. No sería del pueblo, porque aquí no hay nadie cuyo nombre comience por uve doble.
Puse cara de póquer, disimulé como  pude mis sentimientos. No obstante, algo debió notar, porque me dijo:
─Si tanto te ha gustado, te la puedo regalar, total aquí…
─¡No! ─casi grité. Luego, modulé mejor mi voz─. Era de tu padre y la debes tener tú siempre… Yo ya tengo otra…
Y se la di para que la volviera a colocar en la pared. La colgó y se me quedó mirando fijamente:
─Quizá algún día me quieras contar la historia de esa cachava…

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