jueves, 17 de noviembre de 2016

Micieces de Ojeda. Miciecerías: EL ARROYO DE MICIECES. Como el río Nilo.





















EL ARROYO DE MICIECES

En tiempos pasados lo más llamativo de las calles de Micieces quizá fuera el arroyo que corría a lo largo del pueblo, de sur a norte (irreverente imitador del río Nilo), desde el pie del Cucuruto y del camino de Oteros hasta desembocar en el río Micieces, a la altura del puente actual. Hoy está canalizado, es subterráneo y sirve de colector de las aguas residuales, negras y de lluvia, además de seguir siendo el desagüe natural de lluvias, tormentas, nevadas y deshielos de los valles de la Isilla y del camino de Oteros.
Parece que cuando se fundó el pueblo, o cuando se rehízo o reestructuró su actual ordenación urbanística, se tuvo una gran visión de futuro basada en la idea de que esto iba a ser una “ciudad” importante o, al menos, una villa o un burgo. No nació, pues, como pueblo medieval, de defensa contra enemigos, sino para ser habitado por gente pacífica y trabajadora del campo. Quizá se quiso imitar  el modelo de los grandes pueblos y ciudades: el centro debía ser un río,  que marcara la línea de la calle principal. Pero si se seguía lo que en aquel entonces tenía más categoría de río, había que ubicar el poblado en la parte más baja del valle, con el peligro constante de inundaciones y falta de salubridad. Así que pensaron, con gran lógica por cierto, que, como esto iba a ser en principio un pueblo pequeño, era suficiente un arroyo que lo cruzara de arriba a abajo y que señalara su calle principal.
 Y, efectivamente, un arroyo marcó hasta tiempos muy recientes la calle principal. Y como cualquier ciudad que es atravesada por un río ha de tener puentes, que a lo largo de los siglos se van modificando, haciendo monumentales y artísticos y adquiriendo su propia historia individual, Micieces también había de tener sus puentes, aunque fuera en pequeño… Lo que pasó es que… corrieron los tiempos y no llegaron a hacerse, sino uno solo y de madera en la parte donde el cauce del arroyo se profundizaba y no era fácil tener un vado natural y accesible.  
Cada uno de los arroyos, que son muchos, del término municipal de Micieces tiene un nombre que lo identifica, pero este del centro del pueblo no lo tuvo nunca: era simplemente “el arroyo”. Era suficiente para identificar a qué arroyo nos referíamos anteponer el artículo determinado al nombre de arroyo.
Tenía su origen en el inicio del valle de la Isilla, recogía las aguas de la fuente de ese mismo nombre, las de otra fuente que posteriormente se entubó para agua potable del pueblo y las de toda la cuenca de ese valle. A los pies del Cucuruto se convertía en arroyo urbano: era ya calle del pueblo.  Un poco más abajo se le unía otro arroyo: el que recogía las aguas de la fuente de las adoberas y de todo el valle del camino de Oteros. A este, al inicio de las casas, se le había hecho un desvío y, por el arroyo del Ruyal, por fuera del pueblo, rozando las casas del sur y atravesando las Harrenes ─herrenesy los prados, se le dirigían sus aguas a desembocar en el río,  unos cincuenta metros más abajo de donde se hacía la presa para regar la Vega de Abajo.

(Continuará)


José Luis Rodríguez Ibáñez.


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Himno a Micieces de Ojeda