martes, 2 de febrero de 2016

Micieces de Ojeda. EL CARNAVAL Y LAS OREJUELAS (I). El Carnaval.








CARNAVAL, SANANTRUIDO, ANTRUIDO

JLR

Con estos nombres nos estamos refiriendo a la fiesta del carnaval. Y suelen ser los tres días anteriores al miércoles de ceniza: domingo, lunes y martes, apellidados de carnaval. No obstante, en muchos sitios se celebran durante una semana entera y, en otros de más tradición y empaque, empiezan nada más terminar el tiempo de navidad y siguen en la semana del miércoles de ceniza. El DRA define el carnaval como los tres días que preceden al miércoles de ceniza. Son las fiestas populares que se celebra en tales días y consisten en mascaradas, comparsas, bailes y otros regocijos bulliciosos. Considera sinónimos de carnaval los términos antruejo y carnestolendas. 

Antroido, antruejo, antruido y sanantruido o san Antruido provienen de la palabra latina introitus, que significa introducción a algo. Aquí es la introducción a la cuaresma o días de las carnestolendas. Y el nombre de carnestolendas carnes + tollendas: las carnes a suprimir, a quitar─ era el tiempo de abstinencia de carne, o sea, la cuaresma. Posteriormente la cuaresma siguió con el nombre de cuaresma y el de carnestolendas lo asumió el carnaval. En el caso de san Antruido ─o sanantruido─ se pretendía con dicho nombre,  al menos con la ironía propia del pueblo, proclamar que estas fiestas no eran menos santas que otras, incluida la cuaresma. De ahí el refrán: San Antruido, buen santo; Pascua, no tanto, que podría entenderse en cualquier sentido, pero también en el de que el carnaval no era malo de maldad, ni pecaminoso, ni…

 En el habla miciecense han perdurado los nombres de antruido y sanantruido o san Antruido para referirse a las fiestas del carnaval.

            Pero Micieces no ha tenido una tradición típicamente carnavalera. Cuando había un grupo de gentes unidas por la edad, por la amistad o por cualquier otra circunstancia, como la presencia de uno con más iniciativa y liderazgo, celebraba una fiesta en el carnaval, pero no porque siempre se ha hecho, o porque fuese una tradición intemporal, sino porque había ganas de fiesta y el calendario ponía una fecha muy apta para ello. La juventud, la niñez y, a veces, los demás grupos sociales con sentido del humor, se disfrazaban de lo que podían, pedían por las casas y, con lo que sacaban, organizaban una merienda o comida.


            Recuerdo que un año una tía común nos disfrazó a los primos que no éramos sino niños de escuela, y quizá solo de los medianos: nos puso unas faldas, yo qué sé de qué, nos pintó la cara, tampoco recuerdo de qué ni cómo, seguro que no nos miramos ni al espejo, pero, en fin, que íbamos más o menos de mujeres sin edad definida, ni posible localización en el tiempo, ni en la geografía ni en el estrato social. Nos juntamos con otros de la cuadrilla y fuimos a pedir por las casas. Y dar, sí que nos dieron algo ─huevos, patatas, chorizo, dulces…─ y con todo ello y, seguro, algo más que añadió la cocinera, una de las madres nos hizo semejante tortilla y la merendamos con hambre y con alegría. Nos quitamos los trapos y la pintura, y a otra cosa. Pero hete aquí que algunos éramos monaguillos y el cura, el día siguiente antes de la misa, nos echó un soberano rapapolvo…

─Bah, no le hagáis caso, que es carnaval… ─nos dijeron nuestras madres y la tía que nos disfrazó. Y ahí quedó todo, guardado en el baúl de los recuerdos infantiles.


            En otra ocasión fueron las muchachas las que celebraron el carnaval. Había un grupo de la misma edad y que se llevaban muy bien. Incluso, con ellas, se integraban dos o tres que eran mayores. Pues una de las del grupo, muy tímida ella y con nombre de una flor muy común en la escuela de las niñas y en la de los niños, decidió disfrazarse de muchacho, con unos pantalones viejos de su padre (¿fue la primera en usar pantalones en Micieces?). “¡Que no, que no puede ser! ¡Qué escándalo!”, decía su madre. Pero fue que sí y por primera vez se puso unos pantalones. Y a su madre no le quedó más remedio que reírse. Aún recuerda que le daba vergüenza al principio, pero lo que mejor recuerda es lo bien que se lo pasaron y lo buena que estaba la tortilla que la madre de una de ellas hizo con las patatas, el chorizo y los huevos que les dieron.



            Años después, algunos mozos ─ya no era cosa de niños, sino de mayores─, se disfrazaron de mujeres, de muchachas dicen que provocativas o al menos llamativas ─los niños no entendíamos mucho de eso ni sabíamos qué diferencia podría haber entre unas y otras─. Y ahí sí que se armó buena: no les corrieron por el qué dirán…
─Que eso no se hace, que eso está muy mal…, que adónde vamos a parar…, que mira que disfrazarse de mujeres, serán… ─Y venía una retahíla de palabras que a los niños nos sonaban a palabrotas que no se deben ni pueden decir…

            Y organizaban baile en la casa del tió (sic) Emiliano o en los prados, casi siempre con una gramola. Las orquestas salían caras y se contrataban para San Lorenzo.

Y la gente más mayor (que no más vieja, aunque no estoy seguro) se escandalizaba, pero iba a ver el baile. ¡Y lo disfrutaban! O sea, que tiempos antes o tiempos después… los jóvenes siempre han sido jóvenes: revolucionarios y rompedores de reglas. Gracias a Dios.

            


En esas fiestas carnavalescas, los mozos, mozas o cuadrillas hacían, a veces, un monigote de paja, con figura de hombre, mujer u otro ser cualquiera, con frecuencia indeterminado, y le procesionaban por las calles del pueblo entre gritos y canciones, cuyas letras no siempre eran apropiadas para figurar en  un escrito (¿?). El dicho monigote terminaba ardiendo en una hoguera alrededor de la cual se organizaba una fiesta con baile y merienda.

            Por aquellos tiempos en que sucedieron estas anécdotas estaban prohibidos los carnavales, al menos los que no tuviesen una tradición comprobada. En realidad a un pueblo como el nuestro ni le iba ni le venía, aunque siempre había gente que solía recordar que estaba prohibido, que no se podía hacer, que si venía la guardia civil… ¡Pues no tenía otra cosa que hacer…! Y, dependiendo de las circunstancias del pueblo y de la gente, los niños y niñas, los jovenzuelos y jovenzuelas, los mozos y mozas e, incluso, alguna vez gentes casadas y ya provectas en edad, solían disfrazarse de algo muy inconcreto, indeterminado e irreconocible, hacían algún baile y festejo y terminar con la consabida merienda o cena.

            Cuentan, y contaron, los abuelos que habían oído a sus padres y abuelos, que estos había escuchado de sus padres y abuelos, que aquellos habían… Pues eso, que cuenta la Micipedia que en tiempos  anteriores ─a la guerra y mucho antes─ también se hacía algo así como una celebración del tipo de baile de disfraces, con la correspondiente comida o merienda… Pero no se llegaba a una celebración del carnaval que pueda decirse que fuera una tradición del pueblo al estilo de otros de más postín que lo tienen más o menos establecido. Aquí, lo que se hacía era por libre, y por libre decisión de grupos concretos de miciecenses.

"Don Carnal y doña Cuaresma", Brueghel el Viejo (1559)

El castellano (la gente castellana), tan serio por otra parte, siempre ha tenido un humor callado, soterrado, y una ironía, a veces no muy perceptible para el extraño, pero que era utilizada como oposición a prácticas, teorías o autoridades  que no le eran simpáticas o aceptables. Y esto es lo que salía al exterior con la celebración del carnaval. Lo refleja muy bien el  Libro del Buen Amor, del Arcipreste de Hita. Las gentes castellanas  respetaban y vivían la seriedad religiosa y sagrada de la cuaresma, pero celebraban con una ironía interna y callada, no exenta de alegría, a veces externa y vocinglera, el triunfo de don Carnal. En esta lucha cíclica, siempre vence doña Cuaresma, pero el pueblo sabe que todo lo triste pasa, que los males no duran siempre y que el próximo año regresará de nuevo don Carnal.  

Derrotado por doña Cuaresma, don Carnaval se despide y promete:

CARNAVAL:            

 ¡Adiós, Cuaresma enlutada!
                                                         
  Me voy triste y apenado.
                                                           Cuando acabe tu reinado,
                                                           ¡volverá don Carnaval!

CUARESMA:           
 ¿Que volverá? ¡Lo veremos!
¡Aquí empieza mi reinado!  
   ¡La juerga ya se ha acabado     
           y es tiempo de seriedad!
                                                           ¡Esparcid ya las cenizas
 en señal de penitencia!
 ¡Y recuerda con paciencia
 que en polvo te convertirás!

                                              


 Pero el año próximo volverá de nuevo don Carnal. Es el sino de la vida, quizá de toda vida. Carpe diem, decía los latinos: la vida hay que disfrutarla mientras se pueda, que mañana ya llegarán las penas. Es el comamos y bebamos, que mañana moriremos de la filosofía epicúrea.



(Próximamente: LAS OREJUELAS).



Entradas anteriores:
- LAS HORAS Y LOS NOMBRES DE LAS COMIDAS.
- LAS COMIDAS: Tradiciones y ritos.
- LAS COMIDAS: Más tradiciones y ritos.
- COMARCA OJEDA-BOEDO EN EL SIGLO XIV.
- MICIECES EN EL SIGLO XIV.

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Himno a Micieces de Ojeda