jueves, 10 de septiembre de 2015

Micieces de Ojeda: LAIA SAN MILLÁN VALLÉS.





LAIA  SAN MILLÁN  VALLÉS

-I N  M E M O R I A M-

Te fuiste, Laia, aquel día
de repente y sin aviso…
El sol matinal rayado
por ramas de roble y pino
dibuja sombras volubles
en el terroso camino…
Y allí esperaba la muerte
para cumplir tu destino…
Un chirrido. Un golpe seco.
Hace el polvo un remolino.
El aire se vuelve plomo.
Han huido los sonidos.
El brillar del nuevo día
de pronto se ha oscurecido.

Te fuiste, Laia, volando,
te llevó el sol matutino,
cuando tu vida era solo
una esperanza en activo,
una ilusión florecida,
un sueño apenas vivido,
un preparar el mañana,
un futuro prometido…
La muerte te nos robaba
de un hachazo duro y frío,
y a cambio dejaba pena,
dolor, angustia y vacío…
Desde entonces un puñal
en el alma se me ha hundido,
y por dolerme, me duele
hasta lo más escondido.

Y humilde pregunto al cielo:
¿Por qué, Señor, por qué ha sido?
Y en silencio me respondes
mostrándome el Crucifijo…
Y aunque no entiendo el por qué,
acepto lo sucedido
y hasta me atrevo a pensar
que si Tú así lo has querido,
será bueno para Laia
aunque estemos aturdidos
de la pena y del dolor
cuantos la hemos querido.

¿Será que quizá en el cielo
has preparado ya un sitio
con un buen laboratorio
para estudiar entresijos
de los humanos que llegan
con microbios de los vivos?
¿O en el cielo quizá tienes  
enfermo a algún angelito
de enfermedad contagiosa
que precise los oficios
de alguno que el microscopio
sepa usar con beneficio?
Bien puede Laia, Señor,
hacer ese tal servicio:
le gustaba aquí en la tierra,
y allá en el cielo, contigo,
será feliz y dichosa
viendo su sueño cumplido.

Te fuiste en una mañana
de imprudencias y egoísmos.
¿No bastaba que murieras
en un montaraz camino?
¿Es que no era suficiente
una muerte y los heridos?
¿Es que habían de enlodarte
por miedo a lo sucedido?
¿Y por qué te calumniaron
y mintieron tus amigos?
¿Fue todo por imprudencia,
por miedo y por egoísmo?
Algún día lo sabremos
con verdad, sin artificio.

Te fuiste, Laia, en un día
triste, aciago y afligido…
Y aquella niña enfermera
con su atrezo y su vestido,
y la letra del soneto
que jugaba de adivino,
quedaron en solo un sueño
melancólico y bonito.
Y cuando me ponga enfermo
o me sienta dolorido,
tendré que acudir al médico
como paciente sufrido.
¡Le faltó tiempo a tu vida
para cumplir lo allí escrito!

Te fuiste, Laia, en visible
y nos dejaste un vacío,
mas el lugar que ocupabas
por siempre será tu sitio.
¡Y en él seguirás por siempre
con nuestro amor y cariño!


José Luis Rodríguez Ibáñez.

Septiembre, 2015.






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