sábado, 16 de mayo de 2015

Fuentes de Micieces de Ojeda: LOS ROBLES ( BAUTULILLA)

Zona de las adoberas de Los Robles (Bautulilla).


1 - Adoberas. 8 - Bautulilla.   80 - Los Robles.

 LOS ROBLES  (Bautulilla)
(JLR-Pepe)




La ladera oeste del monte (o alto) del Cucuruto se ha llamado siempre los Robles porque había un robledal antiguo,  de árboles grandes. Toda la parte superior de ese monte fue repoblada de pinos y ahora los robles, estando ahí todavía, han perdido su prestancia. Pues bien, la ladera oeste termina en un valle, que no fue plantado de pinos, sí la ladera y monte siguiente. Es de fondo plano, poco profundo y más bien amplio, los montes que lo forman no son altos en relación al valle y sus laderas no son muy inclinadas, pronunciándose más y hundiéndose más el fondo, conforme baja hacia el valle del río. Pues aquí, al final de la cuarta parte superior de su largura (medido así de memoria y a ojo de buen cubero), existe una fuente. Es la de los Robles, o también, la de las adoberas de los Robles. Pero todo el valle, sobre todo la parte baja, se sigue llamando Bautulilla. (= terreno pequeño pantanoso, con charcas frecuentes. Ver página de Micieces, Toponimia).


El manantial nace en el suelo casi plano, pero inclinado, del mismo valle, sin más, y la erosión de la misma agua ha hecho un hoyo no profundo que señala su ubicación. Como en casi todos los manantiales,  a este también se le ha ido poniendo alrededor piedras rodadas que lo fijan más y ayudan a que se mantenga su agua un poco retenida para mejor beber. Luego, sale por un surco y desemboca en el primer pozo o tojo. Y de este va al siguiente… hasta que se encauza en un arroyo por el que baja hasta el camino del Indiviso. Allí, en la orilla izquierda, saliendo de Micieces, es retenida en una charca, balsa o represa hecha con piedras, céspedes y maderos. Cuando esta rebosa, atraviesa el dicho camino por un surco hecho por encima y va a parar al primer pozo o tojo de las adoberas de abajo. Lo rellena  y pasa a otro…, y a otro…, y no me acuerdo a cuántos más, y, por fin, desemboca en el río.

Aquel valle, de grama verde cuando la hierba está verde, reseco cuando llegan los calores, rico en flor de manzanilla en la época propicia, fue utilizado durante algún tiempo como adoberas. De ahí que hubiera pozos producidos al sacar la tierra para hacer el barro de los adobes.
La charca, balsa o represa de la orilla izquierda del camino del Indiviso tenía su sentido y su utilidad. En primer lugar servía para beber los animales: durante muchos años el güicero sesteó en el altozano vecino. Pero además, aquella balsa se utilizaba para regar las dos o tres tierras vecinas, a la derecha del camino. No daba la fuente un gran surco de agua, pero al almacenarse, se podía usar para riego. Por otra parte, aquella charca tenía sus propios manantiales, no muy grandes, pero los tenía. Y, por último, el agua se almacenaba también para uso de las adoberas. Porque el resto del valle, desde el camino  hacia abajo, limitado ya por tierras de labor a sus lados, arriba por el camino,  y al final por unos terrenos llamados parcelas, se convirtió en adoberas. Para muchos en las adoberas, cuyos pozos iban aumentando en profundidad y en cantidad conforme se iban haciendo más adobes. Y, dándole tiempo e inviernos, todos se rellenaron del agua que bajaba de la fuente, de la charca y del valle de los Robles.

Esto es lo que fue en tiempos, que ahora ya no es así. Todo ha cambiado. La fuente ha ido secándose y casi desapareciendo, y solo la buena voluntad del agua, llámese gravedad o de otra forma, hace que todavía mane algo y mantenga un signo de humedad en lo que fue su emplazamiento. Modernamente se intentó recogerla, encementarla y entubarla para llevarla a una pila para que bebieran las vacas: se había cercado una zona de esos montes y valles como de pasto para el ganado vacuno.  Mas parece que esa solución no ha dado resultado y la fuente está prácticamente seca. 
Y los pozos de arriba desaparecieron totalmente, de forma natural o ayudados por la mano humana. La charca que estaba a la orilla del camino del Indiviso desapareció: el camino fue trazado de nuevo y rehecho por las máquinas de la concentración parcelaria; se hizo una alcantarilla para que el agua atravesara el camino, ya sin posibilidad de riego para las tierras que la habían aprovechado, a no ser con motor y desde el río…, y se la dirigió por una de las cunetas derechita hacia el río. La tierra de cultivo límite de aquella charca fue alargada unos metros. Pero el agua es una fuerza dura y constante: en su lindera y en la cuneta izquierda del camino surgieron varios manantiales, pequeños, pero surgieron a pesar de todo y ahí siguen humedeciendo lo que pueden y corriendo cuando pueden hacia el desagüe de la alcantarilla que atraviesa el camino.

Como ya no se hacían adobes (no se necesitaban, el ladrillo suplía todo), las adoberas desaparecieron. Las riadas, la erosión natural, los escombros de casas viejas… fueron rellenando los pozos de las de abajo. Y por fin, esto ya muy acá en el tiempo, el ayuntamiento allanó todo el terreno que fueron adoberas y lo preparó para campo de fútbol, con  sus vestuarios y todo.  Lo malo es que está un poco alejado del pueblo, y lo peor de todo: que quedan ya pocos jóvenes que quieran jugar al fútbol.


Y lo demás quedó olvidado, a no ser en la memoria de los que lo habían vivido. Recuerdo con agrado y añoranza cuando, de niños o adolescentes, íbamos a pescar ranas (¿o sería a cazar ranas?) a los pozos de las adoberas de arriba y a los de las de abajo. Incluso alguna vez nos metimos a bañarnos en los de las de abajo y recuerdo que el agua estaba caliente, mucho más que la del río, pero había mucho lodo y barro y todo se ensuciaba enseguida con un color rojizo que no nos gustaba.

o o O o o

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